“Arquitecto de Dios”. Falleció atropellado por un tranvía y confundido con un indigente. Arquitecto de Dios, también dedicó su vida a hacerse arquitecto de sí mismo. Descubriendo formas nuevas y descubriéndose a sí mismo en la oración y en la pobreza, fue alzándose el sólido edificio de santidad que Dios iba construyendo en él.
Educado en los Escolapios de Reus, durante toda su vida, tanto en su actuación personal como en sus obras profesionales, puso de manifiesto su profunda vivencia de la fe. Su preocupación social también era evidente. Llegó a Barcelona en 1869, en plena efervescencia revolucionaria y su colaboración fue solidaria con las iniciativas cooperativistas de los obreros. Construyó la Cooperativa Obrera de Mataró. Fue uno de los arquitectos y artistas más reconocidos de su tiempo y de todo el siglo XX. Los testimonios de los que junto a él pasaron momentos de su vida son esenciales para comprender lo que fue la existencia de un arquitecto que consagró su vida a Dios. Era al mismo tiempo muy activo y muy contemplativo. Desde Él y para Él, llevó hasta sus últimas consecuencias el significado de todas y cada una de las obras que creó, con un simbolismo y una originalidad que sólo podía nacer de un profundo amor y una entrega absoluta a Dios:
Se trataba con gran austeridad sobre todo durante el último tercio de su vida; era austerísimo en el vestir, en el comer, en el descanso. Oía la santa misa y comulgaba diariamente, y todos los días visitaba a Jesús sacramentado, y jamás faltaba en las grandes manifestaciones religiosas de la ciudad, o del templo. Las demás horas del día las pasaba en el trabajo y en la oración. Su esperanza en Dios le daba una completa paz y serenidad de espíritu en los momentos de adversidad. “Dios lo quiere así -decía-; su Divina Providencia sabe lo que hace”.Gaudí sostenía que la curva es la línea de Dios, y la recta, la de los hombres. Quizás por eso la curva es esencial en su obra; descubrió nuevas formas arquitectónicas, y supo copiar de la naturaleza, obra de Dios. Gaudí tenía el sueño de construir una gran catedral medieval, pero para el siglo XX. Un estilo que él calificaría como gótico perfeccionado. Pero no sólo la Sagrada Familia, sino que el Palacio episcopal de Astorga y el resto de sus creaciones estaban entendidas con un gran afán de trascendencia. De hecho, se ha llegado a hablar de Gaudí y de su Sagrada Familia como el templo en honor de Dios. Sus tres fachadas están dedicadas al Nacimiento, a la Pasión y a la Gloria de Cristo. Sobre Gaudí se ha escrito que era homosexual. Navarro Arias, autor de “Antonio Gaudí: El arquitecto de Dios”, explica la soltería del genio en sus desencuentros amorosos. Unas “calabazas” que parecen provenir de su escaso tacto con las mujeres…
Tras su última decepción amorosa con una empleada de la industria textil, Gaudí decide consagrar su vida al templo de la Sagrada Familia. Deja su lujoso estudio y se instala en un humilde cuarto del mismo templo. Como los grandes héroes, Gaudí quema las naves por un gran ideal. Renuncia a una brillante carrera profesional y a la vida cómoda de la burguesía catalana, y se auto inmola en el templo expiatorio cuando apenas sobrepasaba la treintena… Esta decisión junto a una vida de ascesis y de piedad va transformando al “cristiano viejo” en una vida ejemplar. Si el proceso de beatificación sigue su curso, Gaudí se convertirá en el primer artista laico santo. Todo un camino para los consagrados al mundo de la cultura.
Tampoco fue socialista ni ateo, a pesar de la cercanía con el anarquista Salvador Pagés. Ni era un “aburrido” que sólo hablaba de temas religiosos o profesionales, como sostiene Hensbergen. Gaudí era un profundo cristiano y un gran catalán. Cataluña y la Iglesia. Dos realidades que según su amigo, el obispo Torres i Bages, “no se pueden separar”. Su espiritualidad y su genio le permitieron ironizar sobre la frágil situación financiera de las obras de la Sagrada Familia afirmando que “su Cliente no tenía prisa”. Murió el 10 de junio de 1926 en una casa de caridad tras ser atropellado por un tranvía. Y murió como vivió: pobre de comodidades y reconocimientos, pero rico de afectos y Caridad.
Educado en los Escolapios de Reus, durante toda su vida, tanto en su actuación personal como en sus obras profesionales, puso de manifiesto su profunda vivencia de la fe. Su preocupación social también era evidente. Llegó a Barcelona en 1869, en plena efervescencia revolucionaria y su colaboración fue solidaria con las iniciativas cooperativistas de los obreros. Construyó la Cooperativa Obrera de Mataró. Fue uno de los arquitectos y artistas más reconocidos de su tiempo y de todo el siglo XX. Los testimonios de los que junto a él pasaron momentos de su vida son esenciales para comprender lo que fue la existencia de un arquitecto que consagró su vida a Dios. Era al mismo tiempo muy activo y muy contemplativo. Desde Él y para Él, llevó hasta sus últimas consecuencias el significado de todas y cada una de las obras que creó, con un simbolismo y una originalidad que sólo podía nacer de un profundo amor y una entrega absoluta a Dios:
Se trataba con gran austeridad sobre todo durante el último tercio de su vida; era austerísimo en el vestir, en el comer, en el descanso. Oía la santa misa y comulgaba diariamente, y todos los días visitaba a Jesús sacramentado, y jamás faltaba en las grandes manifestaciones religiosas de la ciudad, o del templo. Las demás horas del día las pasaba en el trabajo y en la oración. Su esperanza en Dios le daba una completa paz y serenidad de espíritu en los momentos de adversidad. “Dios lo quiere así -decía-; su Divina Providencia sabe lo que hace”.Gaudí sostenía que la curva es la línea de Dios, y la recta, la de los hombres. Quizás por eso la curva es esencial en su obra; descubrió nuevas formas arquitectónicas, y supo copiar de la naturaleza, obra de Dios. Gaudí tenía el sueño de construir una gran catedral medieval, pero para el siglo XX. Un estilo que él calificaría como gótico perfeccionado. Pero no sólo la Sagrada Familia, sino que el Palacio episcopal de Astorga y el resto de sus creaciones estaban entendidas con un gran afán de trascendencia. De hecho, se ha llegado a hablar de Gaudí y de su Sagrada Familia como el templo en honor de Dios. Sus tres fachadas están dedicadas al Nacimiento, a la Pasión y a la Gloria de Cristo. Sobre Gaudí se ha escrito que era homosexual. Navarro Arias, autor de “Antonio Gaudí: El arquitecto de Dios”, explica la soltería del genio en sus desencuentros amorosos. Unas “calabazas” que parecen provenir de su escaso tacto con las mujeres…
Tras su última decepción amorosa con una empleada de la industria textil, Gaudí decide consagrar su vida al templo de la Sagrada Familia. Deja su lujoso estudio y se instala en un humilde cuarto del mismo templo. Como los grandes héroes, Gaudí quema las naves por un gran ideal. Renuncia a una brillante carrera profesional y a la vida cómoda de la burguesía catalana, y se auto inmola en el templo expiatorio cuando apenas sobrepasaba la treintena… Esta decisión junto a una vida de ascesis y de piedad va transformando al “cristiano viejo” en una vida ejemplar. Si el proceso de beatificación sigue su curso, Gaudí se convertirá en el primer artista laico santo. Todo un camino para los consagrados al mundo de la cultura.
Tampoco fue socialista ni ateo, a pesar de la cercanía con el anarquista Salvador Pagés. Ni era un “aburrido” que sólo hablaba de temas religiosos o profesionales, como sostiene Hensbergen. Gaudí era un profundo cristiano y un gran catalán. Cataluña y la Iglesia. Dos realidades que según su amigo, el obispo Torres i Bages, “no se pueden separar”. Su espiritualidad y su genio le permitieron ironizar sobre la frágil situación financiera de las obras de la Sagrada Familia afirmando que “su Cliente no tenía prisa”. Murió el 10 de junio de 1926 en una casa de caridad tras ser atropellado por un tranvía. Y murió como vivió: pobre de comodidades y reconocimientos, pero rico de afectos y Caridad.
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