Uno de los grandes regalos de la condición humana
es la esperanza. Como dice un filósofo: .El hombre
es un animal que espera.. Está en lo más profundo
de la condición humana esperar, intentar adaptarnos
a nuestra realidad y mirar al futuro con esperanza.
La esperanza nos mantiene en marcha, nos hace estar
vivos, intentar mejorar, poder seguir luchando. Aunque
nunca es totalmente satisfecha. Manteniendo la
esperanza podemos mantener el mínimo de confianza
necesario para vivir.
En nuestro mundo muchas veces vemos cómo se
apodera de la vida el sinsentido. Los desgarros
afectivos, la miseria, la falta de expectativas, la
soledad. nos endurecen el corazón y hacen que
perdamos la confianza. Sin esperanza, muere el ser
humano. ¿Cómo mantener la esperanza ante la
adversidad, cuando todo está en nuestra contra,
cuando no hay salida? ¿Qué nos queda ante la
desesperación?
En el Evangelio todas las palabras de Jesús se oponen
a la desesperanza. El Dios de las bienaventuranzas al
que una y otra vez acudimos es el Dios de la esperanza.
Si los pequeños y los que lloran son sus preferidos, en
nuestro corazón podemos mantener la esperanza. Si
él ha muerto y resucitado, todo el dolor, todo el
sufrimiento tendrán sentido a pesar de todo. En lo más
hondo de nuestra desesperación Cristo permanece,
manteniendo una luz en el interior. No nos agarremos
a nuestro dolor, sino intentemos humildemente
entregarlo, ponerlo en sus manos.
Es muy duro acercarse a la desesperanza. Ante alguien
sin salida, nuestro primer impulso es huir. Pero tenemos
algunas herramientas para hacer revivir de la fragilidad
la esperanza. Podemos crear condiciones para la
esperanza: abrir nuestro corazón al que sufre, poner lo
que está en nuestra mano para hacer un mundo más
justo que no aboque a las personas al vacío, y la paciencia
de esperar a pesar de todo.
SALMO 70
¡Líbrame, ponme a salvo,
Tú, que eres fiel!
Escúchame y sálvame.
Sé Tú mi roca protectora,
sé Tú la fortaleza donde me salve.
Tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad.
Tú eres mi fuerza desde las entrañas de mi madre.
¡Siempre te alabaré!
¡No te alejes de mí, Dios mío;
ven pronto a ayudarme!
Yo seguiré esperando
y te alabaré sin cesar,
Contaré las grandes cosas
que tú, Señor, has hecho;
proclamaré que tan solo tú puedes salvar.
¡No hay nadie como tú!
Aunque haya visto
muchas desgracias y aflicciones,
me devolverás la vida;
me sacarás de los abismos de la tierra,
y volverás a consolarme.
Y yo te daré gracias,
por tu fidelidad, Dios mío
Me gustó este escrito sobre la esperanza...pido autorización si puedo publicarlo a mi blog:
ResponderEliminarhttp://teologiaycienciarubedaza.blogspot.com/2011/04/la-rabia-es-cosa-seria.html
Gracias si puedes reponder a mi solicitud...
Un abrazo de Ruben Dario