AUTOESTIMA

lunes, 19 de abril de 2010

SOBRE LA ESPERANZA


Uno de los grandes regalos de la condición humana

es la esperanza. Como dice un filósofo: .El hombre

es un animal que espera.. Está en lo más profundo

de la condición humana esperar, intentar adaptarnos

a nuestra realidad y mirar al futuro con esperanza.

La esperanza nos mantiene en marcha, nos hace estar

vivos, intentar mejorar, poder seguir luchando. Aunque

nunca es totalmente satisfecha. Manteniendo la

esperanza podemos mantener el mínimo de confianza

necesario para vivir.

En nuestro mundo muchas veces vemos cómo se

apodera de la vida el sinsentido. Los desgarros

afectivos, la miseria, la falta de expectativas, la

soledad. nos endurecen el corazón y hacen que

perdamos la confianza. Sin esperanza, muere el ser

humano. ¿Cómo mantener la esperanza ante la

adversidad, cuando todo está en nuestra contra,

cuando no hay salida? ¿Qué nos queda ante la

desesperación?

En el Evangelio todas las palabras de Jesús se oponen

a la desesperanza. El Dios de las bienaventuranzas al

que una y otra vez acudimos es el Dios de la esperanza.

Si los pequeños y los que lloran son sus preferidos, en

nuestro corazón podemos mantener la esperanza. Si

él ha muerto y resucitado, todo el dolor, todo el

sufrimiento tendrán sentido a pesar de todo. En lo más

hondo de nuestra desesperación Cristo permanece,

manteniendo una luz en el interior. No nos agarremos

a nuestro dolor, sino intentemos humildemente

entregarlo, ponerlo en sus manos.

Es muy duro acercarse a la desesperanza. Ante alguien

sin salida, nuestro primer impulso es huir. Pero tenemos

algunas herramientas para hacer revivir de la fragilidad

la esperanza. Podemos crear condiciones para la

esperanza: abrir nuestro corazón al que sufre, poner lo

que está en nuestra mano para hacer un mundo más

justo que no aboque a las personas al vacío, y la paciencia

de esperar a pesar de todo.


SALMO 70


A ti, Señor, me acojo:
¡Líbrame, ponme a salvo,
Tú, que eres fiel!
Escúchame y sálvame.
Sé Tú mi roca protectora,
sé Tú la fortaleza donde me salve.
Tú, Señor, eres mi esperanza
y mi seguridad.
Tú eres mi fuerza desde las entrañas de mi madre.
¡Siempre te alabaré!
¡No te alejes de mí, Dios mío;
ven pronto a ayudarme!
Yo seguiré esperando
y te alabaré sin cesar,
Contaré las grandes cosas
que tú, Señor, has hecho;
proclamaré que tan solo tú puedes salvar.
¡No hay nadie como tú!
Aunque haya visto
muchas desgracias y aflicciones,
me devolverás la vida;
me sacarás de los abismos de la tierra,
y volverás a consolarme.
Y yo te daré gracias,
por tu fidelidad, Dios mío

1 comentario:

  1. Me gustó este escrito sobre la esperanza...pido autorización si puedo publicarlo a mi blog:
    http://teologiaycienciarubedaza.blogspot.com/2011/04/la-rabia-es-cosa-seria.html

    Gracias si puedes reponder a mi solicitud...
    Un abrazo de Ruben Dario

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