AUTOESTIMA

miércoles, 4 de noviembre de 2009

FRATERNIDAD EN LA VIDA COTIDIANA


Un mundo fraterno, un mundo donde todos somos

hermanos, un sueño de siglos de humanidad, un mensaje

que siempre es utopía y siempre anhelo. ¿Tiene esto

algo que ver con nosotros y nuestra vida cotidiana?

Nuestra vida está centrada en los nuestros. Nos

dedicamos a preocuparnos de lo nuestro, a aprovechar

lo que podamos para nuestra conveniencia. Nuestros

objetivos son cuidarnos, sentirnos bien, vivir

decentemente, nuestra salud, nuestra alimentación,

vigilar todo lo que tenga que ver con lo nuestro, mi

vida, los míos, mi interés... salir yo a flote y como sea;

la puerta de nuestra casa cerrada, y mirando hacia

afuera con miedo. Y con la inseguridad que nos provoca

la crisis, todo esto se agudiza.

A cada uno la vida nos encomienda tareas y personas;

son nuestra responsabilidad, de los que nos hacemos

cargo. Pero en estos tiempos tendemos a hacer cada vez

más restringido el círculo de las tareas y personas que

creemos que la vida nos encomienda.

¿Podemos sólo ocuparnos de nosotros? ¿Sólo de los

nuestros? ¿Podemos aspirar a un mundo más fraterno

desde el círculo mínimo de nuestras responsabilidades?

El Evangelio trae consigo una esperanza grande: el

amor de Dios. La esperanza de un Dios que nos quiere

a todos por igual, que nos habla de que todos somos

hermanos. Jesús nos habla del Reino de Dios como un

grano de mostaza, la semilla más pequeña que echa

ramas enormes. El reino de Dios, donde el amor crece

y se multiplica.

Si queremos vivir la fraternidad, tendremos que

ampliar el círculo de los nuestros, ver qué más, quién

más nos es encomendado. Más allá de la cerradura de

nuestra casa, asomarnos y ver quién hay, qué hay.

Tendremos que buscar .el Espíritu del Señor y su santa

operación., como dice Francisco de Asís; buscar el amor de

Dios que nos ayuda a salir de nosotros y mirar más allá

qué tarea se nos encomienda, cómo podemos gastar un

poco de nuestra energía para humanizar, para

fraternizar.

La fraternidad en la vida cotidiana supone ampliar el

círculo de los que nos son encomendados, ir abriendo

nuestra vida y nuestro corazón a otros, para ir

acercándonos a ese anhelo donde todos de verdad

podamos ser hermanos.

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