Un mundo fraterno, un mundo donde todos somos
hermanos, un sueño de siglos de humanidad, un mensaje
que siempre es utopía y siempre anhelo. ¿Tiene esto
algo que ver con nosotros y nuestra vida cotidiana?
Nuestra vida está centrada en los nuestros. Nos
dedicamos a preocuparnos de lo nuestro, a aprovechar
lo que podamos para nuestra conveniencia. Nuestros
objetivos son cuidarnos, sentirnos bien, vivir
decentemente, nuestra salud, nuestra alimentación,
vigilar todo lo que tenga que ver con lo nuestro, mi
vida, los míos, mi interés... salir yo a flote y como sea;
la puerta de nuestra casa cerrada, y mirando hacia
afuera con miedo. Y con la inseguridad que nos provoca
la crisis, todo esto se agudiza.
A cada uno la vida nos encomienda tareas y personas;
son nuestra responsabilidad, de los que nos hacemos
cargo. Pero en estos tiempos tendemos a hacer cada vez
más restringido el círculo de las tareas y personas que
creemos que la vida nos encomienda.
¿Podemos sólo ocuparnos de nosotros? ¿Sólo de los
nuestros? ¿Podemos aspirar a un mundo más fraterno
desde el círculo mínimo de nuestras responsabilidades?
El Evangelio trae consigo una esperanza grande: el
amor de Dios. La esperanza de un Dios que nos quiere
a todos por igual, que nos habla de que todos somos
hermanos. Jesús nos habla del Reino de Dios como un
grano de mostaza, la semilla más pequeña que echa
ramas enormes. El reino de Dios, donde el amor crece
y se multiplica.
Si queremos vivir la fraternidad, tendremos que
ampliar el círculo de los nuestros, ver qué más, quién
más nos es encomendado. Más allá de la cerradura de
nuestra casa, asomarnos y ver quién hay, qué hay.
Tendremos que buscar .el Espíritu del Señor y su santa
operación., como dice Francisco de Asís; buscar el amor de
Dios que nos ayuda a salir de nosotros y mirar más allá
qué tarea se nos encomienda, cómo podemos gastar un
poco de nuestra energía para humanizar, para
fraternizar.
La fraternidad en la vida cotidiana supone ampliar el
círculo de los que nos son encomendados, ir abriendo
nuestra vida y nuestro corazón a otros, para ir
acercándonos a ese anhelo donde todos de verdad
podamos ser hermanos.
wey no se leee
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