Erase una vez una sociedad de ranas que vivían en el fondo de un profundo y oscuro pozo, desde el cual no se podía ver absolutamente nada del mundo exterior. [Bueno, no era totalmente así, pues algún rayo de luz penetraba en aquellas tinieblas cuando el redondo Sol alcanzaba su zenit. Pero el pozo era realmente muy oscuro.].
Las ranas eran gobernadas por una despótica Gran Rana, muy camorrista, que, con argumentos más bien dudosos, afirmaba ser propietaria del pozo y de todo lo que se arrastraba o movía dentro de él. La Gran Rana nunca movía un dedo para alimentarse o guardarse, sino que vivía gracias a las labores de las ranas con las que compartía el pozo.
Pero sucedía que, de vez en cuando, una extravagante alondra se metía revoloteando dentro del pozo y cantaba a las ranas todas las cosas maravillosas que había visto en sus viajes por el inmenso mundo de fuera. [Les decía que había un mundo de luz, multicolor y de los más variados seres, cada uno con su belleza propia, un mundo lindísimo, con estanques de nenúfares sobre los que se oía siempre el zumbido de los más variados insectos y el trinar de las aves que alegres revoloteaban entre el follaje de los frondosos árboles].
Siempre que la alondra venía de visita, La Gran Rana instruía a las ranas pobres para que escucharan atentamente todo lo que el pájaro dijese, aunque pensaba que estaba completamente loco.
[Tal vez creía que la alondra le ayudaba a mantenerse en el poder, pues distraía a las ranas de su lamentable situación, al tiempo que les infundía la esperanza de poder un día alcanzar ese mundo de fuera]
Con el tiempo todas las ranas pobres se habían convencido de la deficiencia mental del pájaro. [Se sentían desengañadas al ver pasar los años y los siglos, los días y las generaciones, sin que su situación mejorara]. Pero entre ellas había una rana filósofo que había inventado una nueva e interesante idea sobre la alondra: "lo que dice el pájaro no es exactamente mentira, tampoco es una locura, lo que en realidad nos dice la alondra de esa manera tan extraña es el hermoso lugar que podríamos hacer de este infeliz pozo en que vivimos, con solo que nos lo propongamos verdaderamente".
Gracias a la rana filósofo, las ranas pobres le tomaron un gran cariño a la alondra. De hecho cuando por fin se produjo la revolución, las ranas pobres inscribieron la imagen de la alondra en sus banderas y marcharon a las barricadas croando lo mejor que sabían para imitar los cantos líricos de la alondra.
[Bueno, tal vez esto no era exactamente así, y a quien realmente tomaron gran afición las ranas fue al filósofo, cuya imagen fue la que realmente pusieron en sus banderas. ¡Bueno era el filósofo para dejarse arrebatar ese honor!. Pero sí, es verdad que durante algún tiempo se mantuvo el respeto por la alegre alondra que tantas ideas les inspiró].
Una vez derrotada La Gran Rana, el pozo oscuro y húmedo en otro tiempo, aparecía magníficamente iluminado y ventilado, convertido en un estupendo lugar para vivir. [Claro que la derrota no fue total y como a La gran Rana no le faltaban partidarios, estos ocuparon otra porción del pozo y se despabilaron para hacer de su rinconcito un lugar también agradable para vivir. Y así, por caminos diferentes, los dos grupos de ranas encontraron la forma de que no faltara la comida para llenar sus gordas panzas].
Pero la extravagante alondra todavía seguía visitando el pozo y contando historias del sol, la luna y las estrellas, de las montañas y los valles, de los mares y de las grandes aventuras que había vivido. [Y su cuentico era escuchado por unas y otras ranas, cosa que no gustaba a las ranas dirigentes de ambos ranoterritorios, pues ni en uno y otro lado faltaban descontentos por el mucho aburrimiento que allí había y desconsideración a su condición ranil].
Las ranas se cansaron de aquel pájaro y un día lograron capturarlo y lo disecaron. [Unos dicen que la colocaron en un museo y otros que la arrojaron a la basura, procurando borrarla de la memoria de las ranas jóvenes. Sea como sea, las ranas de uno y otro lado del lóbrego pozo acabaron con las impertinencias de aquel pajarillo silvestre]
[Satisfechos por lo hecho, creyeron que ya podían disfrutar de la paz y el progreso logrado en el fondo de aquel oscuro pozo. "Aquí empieza y acaba el mundo, se decían, y no hay más criterio para ordenar nuestras vidas que el nuestro. ¡Se acabó la historia!.
Pero aquella misma tarde, cuando ya el Sol empezaba a esconderse tras las montañas, no se sabe cómo, un pajarillo verdiazul empezó a revolotear por el brocal del pozo, entonando unos trinos que embobaban]
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