Ocultarnos como el Ermitaño es necesario en más de una ocasión. Estar con nosotros mismos, sincerarnos, aproximarnos a entendernos y amarnos con aceptación a veces es tan necesario como beber agua después de una pesadilla. No podemos escapar de nuestras sombras, pero sí podemos dialogar con ella: algo tiene para decirnos; quizá un latido de nuestro corazón que no hemos escuchado.
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