En
la antigua Grecia, en una época en que los filósofos florecían por aquí
y por allá, un muchachito que se creía muy listo decidió un día
tenderle una trampa a un famoso pensador.
Se
presentaría ante él con un pequeño pájaro en la mano y le preguntaría
si estaba vivo o muerto. Si la respuesta era “vivo”, él apretaría el
pájaro hasta matarlo, y solo entonces abriría la mano. Si la respuesta
era “muerto”, abriría la mano de inmediato y dejaría el pájaro volar. En
ambos casos, se trataba de demostrar que el sabio nada sabía.
Pensado y ejecutado, se presentó ante el filósofo con el ave en la mano y formuló la pregunta.
El
hombre lo miró largamente, observó la mano del chico, vio la cabecita
del pájaro que emergía entre los dedos, volvió la mirada al rostro del
muchacho y respondió:
“Hijo mío, la respuesta la tienes en tus manos”.
Al
fin y al cabo, toda la cuestión sobre qué es la sabiduría y cómo se
accede a ella podría reducirse a comprender que lo que necesitamos de
verdad para vivir no lo conseguiremos fuera, no nos lo proporcionará
otro, no nos lo regalarán ni lo compraremos. Está en nosotros. Sin
embargo, tampoco es tan sencillo.
La
Sabiduría no es un “conócete a ti mismo” y ya está. “Uno debe conocerse
tal como es, no como quisiera ser”. Ello implica una ardua tarea, ya
que no solo conoceremos de nosotros aquello que nos agrada sino también
lo que acaso hasta ese momento no habíamos admitido como propio.
Para
conocerse a uno mismo no es necesario abandonar el mundo e irnos a la
cima de una montaña, sino que es preciso adentrarnos en él, vivir con
consciencia, con atención y con presencia todas las situaciones que la
vida nos propone.
Es decir, convertir la vida en una experiencia y no en un mero pensamiento.
Y
aquí viene lo de la sabiduría. Experiencia es lo que se vive, aquello
que de veras nos ocurre; no lo que nos cuentan, no lo que leemos. Las
experiencias son situaciones concretas de la vida. Y no hay que
confundir experiencia con experimento.
Un
experimento es un ejercicio en el cual tratamos de reproducir una
situación de la vida. Si tú juegas al fútbol con una videoconsola, estás
en un experimento.
¿Me captas?
Si entras al campo de juego y juegas de verdad, es una experiencia.
Se
suele decir que las personas con mucha experiencia “ya sea en amores,
en trabajos, en aventuras, en estudios”, en lo que fuere, son más
sabias. No lo creas. Ser experimentado NO significa ser más sabio.
Quién vive mucho tiempo pasa tal vez por más experiencias, pero no necesariamente alcanza una mayor sabiduría.
La
sabiduría depende de lo que hagas con tus experiencias. De ahí que
conocerte a ti mismo o a ti misma, un paso ineludible de la sabiduría,
es procesar con consciencia y compromiso las experiencias de tu vida.
Tampoco
la Sabiduría es equivalente al conocimiento. Leer toda la biblioteca de
Alejandría no te convertirá en una persona sabia. A lo sumo, serás una
persona informada, culta, instruida.
No son más sabios, necesariamente, quienes más títulos y honores académicos cosecha.
Experiencias
son las cosas que vivimos, voluntaria o involuntariamente. Lo que
hagamos con ellas, las actitudes a que nos lleven, dirán si hemos
adquirido sabiduría o no.
Hay
muchas personas llenas de conocimientos y anémicas de sabiduría. Hay
muchas otras que se propusieron vivir “intensamente”, que acumularon
decenas de experiencias y anécdotas pero que no destilaron de ellas ni
una gota de sabiduría.
A la sabiduría se llega por un camino de pruebas, de errores y recorrecciones.
Se
llega respondiendo a la vida cuando nos hace preguntas mediante las
situaciones que nos presentan; a partir de nuestras experiencias.
Los sabios no nacen, se hacen.
Si es así, a nadie le está negada la posibilidad. La sabiduría no está
reservada a unos pocos elegidos. Es una posibilidad humana. No se
destaca por grandes palabras o por pensamientos deslumbrantes, sino por
sencillas acciones mediante las cuales vamos acompañando nuestra vida.
Como
el joven de la antigua Grecia, nosotros también tenemos la respuesta en
nuestras manos. A veces solo necesitamos que alguien “Alguien que nos
precede en el camino hacia la sabiduría” nos la recuerde a través de
unas palabras o actos sencillos.
Y
dado que llegamos a este mundo desprovistos de sabiduría, la
posibilidad de que la incorporemos dependerá de la manera en que
elijamos estar en la vida y transitarla: abiertos a las experiencias y
dispuestos a explorarla para entenderlas, o en la vana espera de que nos
ilumine la sabiduría ajena.
Recuerda siempre que;
“El conocimiento nos sirve para ganarnos la vida; La Sabiduría nos ayuda a VIVIR”.
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