Un ermitaño se había retirado a la
soledad, huyendo del ruido del mundo, para desarrollarse como persona y encontrar
la paz interior. No obstante llevar ya un tiempo en aquella soledad, veía que
progresaba poco y seguía sintiéndose descontento consigo mismo.
Pensó entonces buscar otro lugar.
Cuando ya estaba preparándose para
irse, vio delante de sí a otro ermitaño, al que preguntó: ¿Quién eres tú?
El otro respondió: Yo soy tú. A
cualquier lugar que vayas yo siempre voy contigo. Soy tu mejor compañero porque
yo soy tú mismo.
Muchos echan la culpa de su malestar al
sitio o entorno en que viven. Sería bueno que volvieran los ojos hacia sí mismo
y examinaran y comprendieran que, dentro de ellos, hay un "ego" -su
otro yo falso- que es quien más les molesta y se molesta por todo. Hay que
desenmascararlo y ponerlo en su lugar. Pero eso requiere valentía y sinceridad.
Si no puedes entenderte y aceptarte,
incluso con ese molesto compañero que es tu "ego", tu yo falso, nunca
te sentirás bien. Si te vas de viaje, estarás esquivando tus errores por unos
días. Luego seguirás enfrentado a tu misma realidad.
Cuesta enfrentarse consigo mismo, pero
es el único camino eficaz.
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